En el ala más radical encontramos a IndiePollas, que creen que Malasaña “es un pedo ya. Se ha convertido en un escaparate de firmas tróspidas de ropa y sucedáneos que se piensan que por ser vistos allí van a ser más cool que nadie. Amén de la new wave de mariquindies que se creen Johann Wald. El espíritu destroy del barrio se pierde año a año y ya sólo queda acudir a la zona centro a dejarse morir en los Independances y Ochoymedios de la pradera. Además, la gente que vive en esos barrios decora mal las casas y algún día va a ver un follón con el fuego”, critican con su sorna habitual.
Estos DJs, gamberros y tuitstars, lamentan también el cierre del Nasti como uno de los pocos reductos alternativos en los que (y perdonad la frivolidad, pero había que quitarle un poco de hierro al asunto) todavía se ligaba: “Se follaba si eras guapo, como en todos los sitios, aunque es verdad que había mucha pesca de bajura a última hora. Ahora la gente bien va a no sabemos dónde, ya que poca oferta erótico-índie-festiva queda por Madrid. En el Ochoymedio hay mucha niña mona, y nosotros estamos allí para recoger las aceitunas con la experiencia que adquirimos en el Nasti”.
En todo caso, y como apunta Joan Vich, “el Nasti no cierran definitivamente hasta finales de julio. Todo el mundo debería ir y tomarse algo a su salud en el tiempo que les queda”. Desde la sala nos adelantan que celebrarán tres jornadas especiales de despedida los días 13, 20 y 27 de julio, “con conciertos y sesiones de grupos y DJs que nos gustan”. Así que, hagamos honor al mantra del Nasti de “Siempre a tope” y, hasta entonces, digamos adiós a este histórico de la diversión tal y como se merece.